miércoles, 21 de noviembre de 2007

LA ANECDOTA DE LOS COCOS


Corría mareado, arrancando no se muy bien de qué, pocas veces me di cuenta de lo ingrato, mágico y trágico que puede ser Manzanillo de madrugada…miraba hacia un lado y otro, el alumbrado urbano era testigo de nuestra patética huida por la calle, no puedo resolver el problema que me presenta el equilibrio y azoto al suelo dejando caer los cocos, trato de no hacer de mi caída algo grave, y me levanto cual resorte, después del golpe siento húmeda mi cara…el olor es claro ¡Sangre! No me dolió ¿seria el estado etílico? solo me dio algo de vergüenza que mis amigos me miraban desde unos metros y se rieran como hienas condenadas, no sabía que era mas triste si mi posición o esas malditas risas aun no lo se, y todavía peor es que siempre que pueden recuerdan la anécdota.

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